A lo largo de nuestra experiencia laboral y de nuestra formación académica, todos nosotros pasamos por multitud de instituciones y conocemos a un gran número de personas. Muchas de ellas nos ayudarán a crecer personal y profesionalmente, aportándonos algo positivo; pero, del mismo modo, en muchas otras observaremos conductas y actitudes que nos harán reflexionar sobre la forma en que jamás querríamos llegar a actuar.
Por ello, y continuando con las “historias de mi experiencia” en las que comparto algunas anécdotas que pueden llevar a la reflexión, en esta ocasión me gustaría publicar algo relacionado con el sentimiento de satisfacción que invade a una persona al observar que su buen trabajo ha sido reconocido.
“Tras un tiempo centrado en el mundo empresarial y formándome en el ámbito de los Recursos Humanos, la situación provocada por la pandemia me llevó a tomar la decisión de retomar temporalmente mi trabajo, como docente, en un colegio público en el que hoy se ha finalizado el curso académico 2020/2021 (C.E.I.P. Jorge Guillén).

Debo reconocer que, a pesar de esa creencia de que la vida del funcionario es muy cómoda, al principio me costó muchísimo esfuerzo salir de esa zona de confort en la que estaba en el mundo empresarial para volver a las aulas; por lo que tuve que buscar nuevos retos y reinventar mis propias metas para enfocarlas a la que sería, al menos durante varios meses, mi nueva actividad profesional.
Los meses fueron pasando y cada día me sentía más cómodo tratando de ir más allá del simple progreso académico para convertir a esos niños en personas capaces de pensar de forma crítica y, sobre todo, tratando de inculcar una serie de valores que les hiciesen crecer como personas; pues, como les dije a los pocos días de mi llegada, es fundamental adquirir conocimientos, pero creo que es aún más importante el hecho de que sean capaces de adquirir competencias que les permitan ser autónomos, resolver sus propios problemas y convertirse en buenas personas que mejoren nuestra sociedad.
Al enfocar la recta final de curso comenzaron los reconocimientos a mi trabajo por parte de algunos de mis compañeros de trabajo y las familias de mis alumnos; pero lo cierto es que el mejor reconocimiento a mi trabajo fue el que provenía de aquellos niños que me mostraban su tristeza al enterarse de que el año que viene no estaría en el colegio para seguir guiándoles.”

Esta experiencia personal me sirve para recapacitar sobre la importancia que tiene el hecho de valorar no solamente ese importante reconocimiento que procede de los jefes directos o de los altos cargos de nuestra institución; sino también el de aquellos clientes que, al fin y al cabo, son los que pueden estar en contacto directo con el empleado y valorar, de primera mano, el esfuerzo y trabajo realizado.
Por tanto, desde el sector de Recursos Humanos debemos ser capaces de transmitir a los trabajadores algo tan obvio como que el buen trabajo con los clientes finales llevará asociado, irremediablemente, el reconocimiento de los jefes directos y el agradecimiento de muchas personas a las que, de un modo u otro, habremos hecho un poquito más fácil la vida.
Javier Alarcos Olivares (@jalarcoso)